
Decía la sagrada escritura que: “. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para decirles: “¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido”… y leyó y leyó una y otra vez hasta que casi las palabras perdieron el significado nominal, hasta que casi las letras comenzaron danzar frente a su rostro por que le gustaba, y por que comenzaba a entenderlo.
Habían pasado ya muchos meses desde que sin querer y sin revolver la casa había encontrado una moneda de plata, esa ocasión estaba solo con sus pensamientos y sin quererlo se había topado con semejante tesoro, de tal magnitud que le dejo asombrado en ese instante pensó “¿Será que acaso esta moneda pertenece a alguien mas de mi casa?” no quería ni podía aceptar que tan magno tesoro fuera para el. Había buscado mucho tiempo algo que le sacara de la pobreza, algo que desahogara su vida de esa pobreza de espíritu y felicidad, de esa carencia de amor que significaba el vivir sin Dios y el encontrar ese brillante “Doblón” le saco de su rutina, al abrir el libro donde esta la sagrada palabra le vio resplandecer cual luz brillante y su rostro se ilumino y dudó “¿Para mi?” mas en la oración le escucho “Para Ti, por que te amo”.
Cual si fuera un niño que ha encontrado su tesoro mas preciado (y si lo era) sale corriendo de casa y va por la calle, por los amigos y por el trabajo tratando de explicar lo que sintió al encontrar tan lindo tesoro, pero muchos solo le dicen “Es solo una moneda, sin valor real”; se decepciona un poco pero no desfallece persevera por que el Señor le dice que debe perseverar, y le dice “Algún día te encontraran Señor porque ya conocen un aparte de verdad, que ese hermoso tesoro que me alegra se escapa de la escala de valores y no se le puede poner un simple valor nominal…”